Los comienzos de la economía crediticia pueden parecer un poco abstractos en el mundo actual en el que vivimos, donde parece que el concepto del dinero nos ha acompañado siempre, pasamos gran parte de nuestras vidas persiguiendo el dinero. De hecho, vivimos en una sociedad tecnológica que aparentemente ha modificado nuestros hábitos; teléfonos móvil más potentes que ordenadores, internet, portátiles, etc. Todos ellos son conceptos tan interiorizados que a diario en mayor o menor medida forman parte de nuestras vidas, sin embargo, aún nos plantea un problema para muchos concebir que las formas de pago y el dinero cambien.
Podríamos establecer los inicios de la economía crediticia en lo que muchos historiadores de economía definen como la evolución de las relaciones económicas, es decir el paso del trueque a una economía donde se emplea el dinero y posteriormente a una economía crediticia, pero la realidad es que esta evolución resulta ser mucho menos lineal de lo que parece. Por ejemplo, Postan ha demostrado que el crédito se utilizaba ampliamente en la época medieval (aunque no de una forma tan desarrollada como hoy en día). Para el siglo XIX, en Francia, la economía rural utilizaba el trueque, la economía nacional empleaba la plata mientras que la economía internacional empleaba letras de cambio.
Las monedas metálicas hicieron su aparición como medio de cambio, siendo la primera cara del dinero como lo conocemos hoy día. Estas tenían nombres específicos dependiendo de dónde eran acuñadas, quién o qué cosas aparecían en ellas e incluso la razón para la que eran acuñadas (como es el caso del cruzeiro, elaborado para las cruzadas).
Evolución de las monedas en los comienzos de la economía crediticia
Antes de la llegada en 1660 de los bordes labrados las monedas eran frotadas, rasgadas, desgastadas por el uso e incluso adulteradas a tal grado que para que el destinatario pudiera aceptarlas estas debían ser pesadas y comprobadas. En la búsqueda de poder darles un valor nominal a estas monedas los bancos y las casas de cambio recurrieron a encerrarlas en bolsas que eran cosidas (una vez que las probaban y pesaban) y en su exterior se marcaba el monto verdadero. Cualquier alteración o falsa representación de éstas era severamente castigado por los representantes del Estado y es de donde nace el carácter del bien público del dinero. Para 1975 en el Mediterráneo oriental se emplea el término de “bolsa” para referirse al dinero y este método de introducir las monedas después de comprobarlas siguió siendo utilizado por los bancos.
Si bien es cierto que la plata fue el patrón del dinero en gran parte del periodo medieval también se emplearon otros metales como el cobre o el estaño. Por ejemplo, en España a finales del siglo XVI se utilizaba el cobre para adulterar las monedas de plata, proceso al que se le denominó “oscurecimiento” o «ennegrecimiento”. Aunque las monedas de oro eran utilizadas en los tiempos de los romanos en Europa no fueron producidas hasta 1252, concretamente la de Génova. Pero sin duda alguna la plata era el metal empleado en las transacciones ordinarias hasta finales del siglo XVIII.
En el año 1550, la mayoría de la plata procedía de Europa central (Alemania, Austria, Checoslovaquia) y en Venecia eran embarcadas hacia levante para ser intercambiada por especias y otros productos y a Ghana desplazados en caravanas para el cambio por oro y posteriormente cruzaban el desierto de Sahara de norte a sur para intercambiar el oro por la sal que era suministrada por los magrebíes, como podemos ver esta travesía era sumamente compleja y estaba rodeada de un sinfín de peligros pero extremadamente necesaria ya que la sal era vital en la conservación de la carne.
La producción de oro en Europa era a pequeña escala a principios del siglo XIII de una tonelada y alcanzando las cuatro toneladas entre 1325 y 1385. Cosa que no duró mucho con la llegada de la peste negra ya que esta entorpeció la minería. Para el siglo XV el crecimiento de la población se reactiva junto con la economía lo que crea una nueva demanda en los medios de pago. En honor a esta expansión se implanta aún más el trueque como medio de cambio, utilizando para esto mercancías, lo que nos demuestra claramente que cuando un mercado ve carencias de dinero para sus necesidades debe adoptar las medidas que considere oportunas para corregir dichas deficiencias.